Las negociaciones en la Unión Europea.
Rompió negociaciones con los acreedores por falta de acuerdo. Atenas se niega a podar más pensiones y subir el IVA en productos esenciales.
Las negociaciones para que Grecia obtenga los 7.200 millones de euros que quedan del segundo rescate y evite el default se rompieron ayer sin acuerdo. Los acreedores pusieron a Atenas ante un “lo tomas o lo dejas” que el gobierno heleno no aceptó.
Europa y el FMI exigen ajustes en pensiones, otra reforma laboral y subidas del IVA en bienes de primera necesidad como medicamentos, alimentación, agua y electricidad. Atenas se niega y dice que “nunca aceptará” recortar más los salarios o las pensiones porque reforzaría la recesión: “el experimento ha durado ya demasiado”, sentenciaron fuentes griegas.
Los negociadores europeos aseguran que los griegos no ofrecen nada nuevo y éstos que las exigencias de los acreedores son “irracionales”. Europa exige un ajuste suplementario de 2.000 millones de euros anuales, básicamente en pensiones, que durante la crisis fueron podadas de un 20% a un 44%. Grecia aplazó hasta el 30 de junio los cuatro pagos –suman 1.600 millones– que debía hacer este mes al FMI y tiene en julio y agosto vencimientos con el BCE por 6.700 millones de euros.
Grecia asegura que el acreedor más intransigente es el FMI, pero la explicación es más laboriosa. El FMI aceptaría reestructurar –ayer volvió a pedirlo su economista jefe– ya la deuda griega (equivale a un 177% de su PBI) pero, como los europeos se niegan, exige más ajustes. La Comisión Europea asegura que las propuestas griegas son “incompletas” y, aunque todos esperan una solución, los días se acaban. Este jueves se reúnen los ministros de Finanzas del euro. Si no hubiera acuerdo, no habría casi días hábiles para los trámites necesarios para desembolsar el dinero.
Además, el miércoles se reúne el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Si decidiera cerrar el grifo a la banca griega, pondría a Atenas contra las cuerdas y el jueves tendría dos opciones: aceptar lo que sus acreedores pongan sobre la mesa o negarse y dirigirse al default. Si no hay acuerdo y la banca griega cae, el país debería emitir una moneda para sostenerla. Eso implicaría la circulación de una moneda nacional. Como primer paso podría venir el cierre de los bancos y un corralito, como tuvo que hacer Chipre en 2013. No hay forma legal de expulsar a Grecia del euro, pero en esa situación la salida sería casi inevitable.
Pero Europa también se la juega. La inmensa mayoría de la deuda griega está en manos de sus socios del euro y del BCE –una pequeña parte en el FMI. Si Grecia hiciera default, sólo Francia y Alemania perderían juntas, entre préstamos y garantías, unos 160.000 millones de euros.
La presión es brutal sobre las espaldas del premier griego Alexis Tsipras. El vicepremier alemán, Sigmar Gabriel, decía ayer que “la sombra de una salida de Grecia del euro se vuelve cada vez más perceptible”. Atenas vuelve a exigir esa reestructuración de deuda porque Tsipras necesita vender el acuerdo al ala más izquierdista de su partido Syriza, donde una parte aboga por ir al default.
Fuente: clarin.com