jueves 9 de mayo de 2024
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Feliciano Manubens Calvet, el segundo a la derecha, en el palco oficial durante los festejos por el 9 de Julio en 1960 en Villa Dolores, donde fue dos veces intendente. Foto: LA NACION / Diego Lima

Cuidar la herencia: administrar US$ 500 millones en un economía inestable

El legendario trámite por los bienes del estanciero Manubens Calvet entró en su etapa definitiva; hace casi 40 años que familiares y representantes de la Justicia intentan preservar el valor de sus propiedades

CORDOBA.- La herencia del cordobés Feliciano Manubens Calvet lleva 34 años en discusión. Los bienes a repartir representan entre 400 y 500 millones de dólares de acuerdo con una primera estimación, lo que los convierte en el reparto pendiente entre herederos más importante de la Argentina.

En un país con marcados ciclos económicos lograr que en casi cuatro décadas la riqueza se mantenga es una proeza. Y eso es lo que han estado haciendo algunos de los familiares que administran los campos y los delegados de la Justicia que colaboran en la tarea. José Manubens Calvet, un sobrino, que entre 1992 y 2002 se ocupó de la gestión, terminó con dos stents y la advertencia médica de abandonar la tarea.

Intendente en dos oportunidades de Villa Dolores -en el valle de Traslasierra, a 200 kilómetros de la ciudad de Córdoba- y diputado durante el gobierno del radical Amadeo Sabattini, Manubens Calvet fue uno de los terratenientes más importantes de la Argentina. Era propietario de unas 400.000 hectáreas.

El reparto de su herencia ingresó ahora en su etapa final -cuya duración dependerá de si hay impugnación de las resoluciones. Hace poco más de un mes se realizó la audiencia judicial para la designación del perito inventariador, tasador y, oportunamente, partidor.

El sobrino. José Manubens Calvet administró durante diez años los campos y propiedades de su tío; terminó con dos stents y con la recomendación médica de abandonar la tarea. Foto: LA NACION / Diego Lima
El sobrino. José Manubens Calvet administró durante diez años los campos y propiedades de su tío; terminó con dos stents y con la recomendación médica de abandonar la tarea. Foto: LA NACION / Diego Lima

El titular del Juzgado en lo Civil y Comercial 32 Nominación de Córdoba, Osvaldo Pereyra Esquivel, afirmó a LA NACION que «se está entrando en la etapa de liquidación del patrimonio», aunque insistió en que no hay forma de predecir cuánto se extenderá.

Existen 56 herederos comprobados y cuatro cesionarios. De la herencia total, el 27% ya fue vendido con autorización de la Justicia. La estimación es que lo que recibieron quienes fueron autorizados es menor que lo que habrían obtenido al final del proceso. Sin embargo, como ventaja, lograron hacerse de dinero con anticipación.

Manubens Calvet murió el 5 de marzo de 1981. Nunca se casó y no tuvo hijos reconocidos. Compartió casi medio siglo con Margarita Woodhouse, que nunca reclamó la herencia. Al contrario, pidió la «disolución de la sociedad de hecho, por fallecimiento de uno de sus socios».

Ella murió a mediados de la década del noventa del siglo pasado prácticamente en la indigencia. Estaba en la casa que el millonario tenía en el centro de Villa Dolores. Cuando los administradores de los bienes fueron al lugar estaba vacía, no quedaba casi nada.

En 2010 algunos familiares propusieron convertir la propiedad en una suerte de museo, pero la iniciativa aún no se concretó. Villa Dolores fue siempre su casa, en Río Cuarto y en una estancia en el límite entre Córdoba y La Rioja sólo pasaba temporadas cortas, mientras trabajaba.

Los ciclos

La figura de Manubens Calvet es -todavía hoy- muy controvertida incluso en la zona donde pasó la mayor parte de su vida. Su retrato, por ejemplo, no está junto a los de los otros intendentes de Villa Dolores en la galería municipal. «Capaz que es porque le hace sombra», ironiza un pariente.

Entre los numerosos aspirantes a la millonaria herencia -presuntos sobrinos, sobrinos nietos e hijos naturales-, la Justicia descartó varios, pero los casos más resonantes fueron dos. El de una mujer paraguaya, que terminó imputada y con pedido de extradición, y el de Manuel Maidana, que fue excluido en 2008 por un examen de ADN.

La herencia es administrada por una sociedad que incluye un representante de la Justicia designado mediante una resolución; sobre él pesa la obligación de rendir cuentas de forma periódica. A su vez sus informes son visados por un veedor judicial que colabora con el proceso de preservar la riqueza. Según contaron a LA NACION los herederos que participan en él, es un «dolor de cabeza» llevar adelante la tarea durante tantos años en un país donde las condiciones macroeconómicas y las reglas de juego varían periódicamente.

Uno de los administradores actuales, que prefiere mantener su nombre en reserva, confirmó a LA NACION que la empresa está al día con todos los impuestos, no acumula deudas y su eje de acción es la producción agricolaganadera.

En los campos de Villa Dolores se crían unas 18.000 cabezas de ganado (llegaron a ser 23.000), que después se llevan al sur de la provincia, donde se las engorda. La sociedad nunca incursionó en áreas industriales o financieras. Los administradores sostienen que prefirieron quedarse en el sector que mejor conocen y que Manubens Calvet había elegido.

Propiedades. Ruinas de una capilla, levantada por los jesuitas en el siglo XVIII, en la estancia Pinas, que perteneció a Manubens Calvet; allí también había una escuela. Foto: LA NACION / Diego Lima
Propiedades. Ruinas de una capilla, levantada por los jesuitas en el siglo XVIII, en la estancia Pinas, que perteneció a Manubens Calvet; allí también había una escuela. Foto: LA NACION / Diego Lima

 

El economista Gastón Utrera explica que en una economía con las características de la Argentina es un «desafío» mantener actividades productivas de una forma relativamente estable. «Por ejemplo, quedarse con las tierras, pero sin trabajarlas preserva el valor, pero no logra rendimientos. Entonces, hay que hacerlas producir relativamente bien y reinvertir de manera correcta», explica.

Admite que fue (y es) una ventaja que la herencia esté en su mayor parte en hectáreas y no en dinero en bancos porque el resultado, seguramente, hubiera sido distinto. «Basta con pensar la cantidad de canjes compulsivos, tasas por debajo de la inflación que pagó y paga el sistema financiero -agrega-. Sólo se hubiese logrado preservar el monto si hubieran sido dólares afuera del país. De todas formas, la renta no hubiera sido muy alta.»

La inestabilidad macroeconómica se refleja en que entre 1981 -año en que murió Manubens Calvet- y 2014 la Argentina registró ocho recesiones. Seis de ellas entre uno y dos años, una de tres (de 1987 a 1990) y la última de cuatro, de 1998 a 2002.

En el mismo período, según datos de la empresa de análisis económico, Economic Trends, en 19 años la inflación superó el 20% anual; en tres los precios subieron entre 10 y 20% al año y en el resto, la tasa fue menor al 10%. El tipo de cambio real, en ese lapso, también registró picos y valles muy pronunciados.

«Muy pocas naciones en el mundo tienen ciclos tan marcados, hacia arriba o hacia abajo -menciona Utrera-. Ese aspecto es un condicionante crucial a la hora de administrar dinero o resolver inversiones.»

UNA FIGURA CONTROVERTIDA

Más allá de los millones que rodean la historia, la figura de Manubens Calvet siempre estuvo unida a la polémica. Nació en 1905 y para Traslasierra es una suerte de leyenda. Militante del radicalismo, fue legislador provincial y después, con su propia agrupación política (Movimiento Popular Independiente), dos veces intendente de Villa Dolores.

Que en su ciudad -desde su muerte hasta hoy- no se pongan de acuerdo con la hora de cómo recordarlo (es una de sus figuras públicas más destacadas) se relaciona con los rechazos que continúan provocando sus conductas, por ejemplo, en relación con el trato hacia los trabajadores de sus campos y, como dicen sus familiares, con la «envidia» que despierta como «hacedor».

Según relatan, era un obsesivo por sus bienes y llevaba una vida privada muy austera. A lo largo de sus años tuvo varias parejas, aunque nunca las reconoció públicamente. El vínculo con sus hermanos (tres varones y dos mujeres) también fue complicado.

Algunos relataron que cuando iba a comprar ganado se vestía de manera desaliñada para pasar inadvertido.

Nunca dejó de lado su actividad privada. Desde siempre se dedicó a la producción agropecuaria. Fue quien compró la estancia Pinas (en el límite entre Córdoba y La Rioja), donde Lisandro de la Torre se recluyó entre 1926 y 1930. Sólo ese campo alcanzó las 105.000 hectáreas (eran, originalmente, 72.000) y «50 kilómetros de vías de ferrocarril propias», según describe el propio Manubens Calvet en la documentación del establecimiento. En aquella época era el latifundio más grande de América latina.

José Manubens Calvet, su sobrino, cuenta a LA NACION que en esa operación su tío no puso capital, sino trabajo. El dinero lo pusieron sus socios, Manzanares y Arriaga. El grupo compró la propiedad en un remate del Banco Español en 1941.

En el predio hay una escuela -que fue recuperada en la administración de Manubens Calvet- y una capilla levantada por los jesuitas en el siglo XVIII. «Lamentablemente no logré la autorización de la Justicia para reconstruirla», dice José. En la casa central hay mobiliario traído por los ingleses a fines de 1800.

Respecto de cómo gestionó propiedades y recursos, el sobrino explica que, por ejemplo, para construir un acueducto de 16 kilómetros en Pinas debió pedir la autorización de la Justicia. «En otras cuestiones más chicas, se podía actuar sin ese visado. En los años en que administré -agrega-, la Justicia estaba encima. Cada dos meses se presentaba un informe. Sé que después se relajaron un poco los métodos.» Todavía le adeudan honorarios por su tarea.

UNA LARGA PELEA

La discusión por la herencia sumó candidatos desde el momento de la muerte de Manubens Calvet. El último intento fue en abril pasado, cuando cinco hermanos de Río Cuarto aseguraron ser nietos de una cocinera del estanciero, con quien habría tenido un hijo. Dijeron que su padre, antes de morir -hace siete años-, les comentó que él y su mujer recibían un «trato preferencial» de Manubens Calvet porque era su hijo.

«Son todas historias de las que estamos cansados; hemos escuchado decenas -confía a LA NACION un pariente de Villa Dolores. Que vayan a la Justicia y pongan el brazo, eso es lo único que vale, no tanto testimonio. La mayoría son unos audaces; nadie les coarta el derecho, pero la prueba clave es el ADN.»

Entre sus romances se cuenta uno con la empleada doméstica Brígida Guzmán. Él sólo tenía 16 años y ella 26. Quedó embarazada y se fue a Río Cuarto, donde rearmó su vida y tuvo cinco hijos más. Ángel Humberto fue el primero y en la familia pensaban que era hijo del estanciero.

No era exactamente así, pero igual son herederos. Las pruebas genéticas indican que son descendientes de José, uno de los tres hermanos varones del millonario.

En 2011 los nietos de Brígida se presentaron a la Justicia. El Centro de Excelencia de Productos y Procesos de la Provincia de Córdoba (Ceprocor) confirmó que Juan Carlos y Gladys Guzmán pertenecen a la familia Manubens Calvet. El informe señala que el perfil genético de Juan Carlos y el de su padre, el fallecido Ángel Humberto Guzmán, coincide con los ADN de los sobrinos nietos de Juan Feliciano y que Gladys es hija de Ángel Humberto Guzmán.

Ángel Humberto estuvo preso por homicidio y murió de leucemia a los 42 años. De sus tres hijos -reconocidos como herederos- uno falleció en 2012 en medio de la indigencia. Sus dos hermanos tienen problemas económicos y aseguran que cada tanto reciben amenazas porque hay quienes creen que ya cobraron algo de lo que les corresponderá.

Sin dudas la más osada entre los que se presentaron como aspirantes con derechos a recibir parte de la herencia fue la ciudadana paraguaya que se hacía llamar Dolores Manubens Calvet. La mujer montó una organización delictiva para disputar los bienes. Dijo que era una hija natural de Juan, quien había conocido a su madre en un viaje a Paraguay.

La mujer, incluso, entre abril y julio de 1981, hizo cinco cesiones por adelantado. Entre ellas, al obispado de Venado Tuerto, al obispo Mario Picchi, al papa Juan Pablo II y a José Luis Cora, supuesto asesor del Vaticano, que habría pagado unos US$ 500.000 por el proceso.

Dolores era, en realidad, Juana Carmen González Sibils, casada con un ex funcionario del Registro Civil paraguayo que la había ayudado a fraguar la partida de nacimiento. En 1983 la justicia argentina pidió la detención de la mujer, pero Paraguay no la entregó. Fue detenida tres años más tarde, pagó una fianza de US$ 200.000 y recuperó la libertad.

En la causa también fueron condenados Picchi y Cora (colaborador del obispo, al que se sindicó como autor intelectual de la operación). Todos fueron acusados de estafa, asociación ilícita y falsificación de documento público.

De la investigación judicial se desprende que Cora montó una «cueva financiera» que libraba cheques a nombre del Obispado de Venado Tuerto. Cuando el dinero de la herencia de Manubens Calvet no apareció no pudieron cubrirlos y se multiplicaron las denuncias, los embargos y los pedidos de remate contra bienes de la iglesia venadense. La jueza federal cordobesa Cristina Garzón de Lascano determinó que eran inembargables.

Aunque Picchi responsabilizó a su hermano por las irregularidades fue condenado a cuatro años de prisión como partícipe de la maniobra. No estuvo preso porque tenía 80 años.

Este tramo de la historia incluye hasta un decreto de Carlos Menem, quien a días de dejar la presidencia conmutó la pena impuesta a uno de los condenados, el martillero Jorge Norberto Olivero.

Los enredos judiciales en el caso de Maidana finalizaron hace menos de un año. El hombre comenzó su periplo en los Tribunales (y también frente a todo micrófono que se le ofreciera) en 1999. Terminó condenado en 2011 a tres años de prisión en suspenso por la justicia federal por falsedad ideológica y en 2014 lo absolvió la Cámara de Casación Penal.

 

Fuente: lanacion.com

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